domingo, 7 de noviembre de 2010

Mujeres empresarias


Dueñas de su trabajo

Empresarias en la madurez

Necesitaban dinero y han puesto un negocio. Tienen la experiencia que da la vida y no temen los riesgos. Da igual la edad que ponga en el DNI, son jóvenes para atreverse. Las pequeñas empresas en España tienen nombre de mujer




16 Octubre 10 - Aurora García Mateache - Madrid
El grupo de amigas de golf y el de las tartas formaron corro en cuanto circuló la primicia. «Si todavía fuera una boutique…», se coronó como conclusión general.

Tenía 57 años de edad aquel 2 de octubre de 1987. Charo Rodríguez Laucirica (Vitoria, 1929) firmó ante notario la fundación de Bril. Una empresa de limpieza. Empresa que hoy día factura una media de 75.000 euros mensuales. Y eso, a pesar de la crisis. Antes eran casi 80.000.

Charo  es una de las 1.057.299 autónomas que registra el RETA (Régimen de la Seguridad Social). Una avanzada en su época, en la que «no se llevaba» que una mujer trabajara. Hoy en día, por el contrario –a pesar de que apenas el 30% del empresariado español sean mujeres, según la Organización de Mujeres Empresarias y Gerencia Activa–, se estila el que señoras que ya podrían pensar en jubilarse trabajen por libre. La  Unión  de Asociaciones de Trabajadoras Autónomas y Emprendedoras sostiene que, desde el segundo trimestre de 2009, el número de «femmes» autónomas entre 50 y 60 años ha incrementado un 25%. Hay 8.800 nuevas frente a 2.600 autónomos de la misma edad.

La vasca ha cumplido 81. «Cuando el último de mis cuatro hijos se marchó a la mili, pensé que me gustaría hacer algo. El cristalero de casa me sugirió montar una empresa de limpieza juntos». Al hablar apenas se le mueve un músculo de la cara, en su austero despacho de Madrid. Toda la lucidez la concentra en sus ojos, rara vez apagados por el párpado. «Duramos poco, me timaba. Así que abrí una sociedad limitada y continué sola».

Cuando los hijos crecen
Los motivos por los que mujeres mayores se animan a tirar de una carreta aún sin ruedas son variados. María José Landáburu, secretaria general de la Unión de Trabajadoras Autónomas (UPTA), los resume en dos. «Las mujeres, normalmente, tenemos más dificultades en el mundo laboral. Si a eso le sumamos la edad, en caso de perder el trabajo es la única alternativa. Por otro lado, la calidad de vida  ha mejorado, por lo que cuando los hijos son independientes aparece la oportunidad de crear algo propio».

Lola León (Jaén, 1944) aprovechó, en cambio, la madurez de sus dos hijas para fundar una empresa familiar. «El año pasado se nos ocurrió hacer ropa de niños. Desde jovencita he hecho moda, las primeras chaquetas guateadas las cosí yo para las tiendas», cuenta tras ofrecerme un té en su estudio, a las afueras, de Madrid. Sonriente, se sienta detrás de una alargada mesa de diseño. El entusiasmo de Lola recuerda al de un estudiante después de escribir la carrera que quiere cursar. «Todo lo hacemos en familia, hasta mis nietos posan con ropa de la colección. Bueno, mi marido está al margen de esto, aunque se alegra por mí». Libelola lleva sólo un año funcionando, y algunas colecciones ya salen en medios de comunicación. «No tenemos ganancias, porque todo lo invertimos en telas, ferias… En total, unos 20.000 euros. Aunque con la página web, diseñada por mi hija, el número de clientes ha aumentado un 20%». Su objetivo es colocar los diseños en puntos de venta y, si el cántaro no se estrella, abrirse internacionalmente. «Empezamos sin préstamos, nos tacharon de locas al abrir un negocio en plena crisis. Ni los proveedores querían trabajar con nosotras. Hacía yo los patrones». Hace poco contrataron a su primer empleado, una secretaria.

Esta falta de ayuda económica no es aislada. UPTA se encarga precisamente de conseguir micro créditos para las emprendedoras a través del Ministerio de Igualdad y de Trabajo, desde el que afirman que más de 2.700 compañías han sido creadas por mujeres en el último año. «La bonificación del 25% de la cuota de la Seguridad Social se suprimió porque no había mujeres. Hay que evolucionar», considera Landáburu.

«El problema es que si no te ven con una base, la espera es muy larga. Y cuando tienes algo entre manos, necesitas ponerlo en marcha. Al final te ayuda la familia, gente cercana», opina Isabel Sedano Pérez, madrileña de 52 años. Ha registrado hace poco el logo de Uno y Una, los dibujos de una divertida pareja de niños en diferentes situaciones que ilustrarán camisetas infantiles. «La idea ha gustado mucho, ¡incluso los padres quieren una!», se ríe, ilusionada. «Llevaba años con la idea, pero trabajaba muchas horas en una empresa de publicidad». El paro le ha ofrecido tiempo. «De momento tengo una socia y muchas ganas. Las mujeres somos constantes y buenas vendedoras».

Empresarias inmigrantes
Entre las empresarias inmigrantes, tres cuartas partes provienen de América Latina y de Europa. El 35% ejerce la misma labor que en su país de origen. Es el caso de Alba Nur, de 50 años de edad y madre de una hija. Mientras daba puntadas a los puños de las chaquetas en su casa colombiana pensaba en lo que le gustaría tener su propio taller. Su hermana la animó a venir, «En España siempre hay trabajo». Después de unos años abrió en Logroño Arreglos El Espolón, con ayuda económica y asesoramiento de la FER (Federación de Empresarios de La Rioja). A día de hoy tiene dos empleadas. «No podría vivir sin mis nenas». Sus nenas son las clientas particulares y dueñas de tiendas. «Lo que más me gusta es charlar con ellas, yo soy muy cariñosa y estoy soltera. Los hombres tienen su fútbol».

Los extranjeros también padecen su propia competencia desleal. Alba se queja de que los chinos le quitan parte de su negocio. «Cobran la mitad que yo y me quitaron algunas clientas, pero vuelven a mí con la ropa peor de lo que estaba».

La situación de la argentina Mabel Raimondi fue muy diferente. «Me cogió el corralito», responde rotunda, a sus 58 años. «Vine a España con mi hijo y trabajé en una boutique muy guapa. Pero tuve un accidente de rodilla y no me guardaron el puesto. Empapelé todo Logroño con mi currículum y no conseguí nada». La argentina pidió un préstamo, hace cuatro años, y con parte de la herencia de su padre compró un local para crear la pizzería Mia Pizza. «No tengo vacaciones y los fines de semana cierro a las cuatro de la mañana. Todo lo que gano lo ahorro. Pero ahora tengo un nuevo proyecto», anuncia. Su tono de voz suena más fuerte a través del teléfono. «Comprar una moto y llevar las pizzas a domicilio». Mabel también presume de tener el único comercio en Logroño que vende pizzas por porciones.

Charo, por su parte, que continuó sola con su empresa de limpieza, hoy cuenta entre sus clientes habituales con Adeslas, las oficinas de Alicia Koplowitz. Palacio también acude a ella cuando «tienen algún acontecimiento especial …». Es posible que su entusiasmo por la empresa le haya facilitado que, a pesar de la crisis económica, pueda pagar a sus 50 empleados el día 27 de cada mes. Y sumar cada hora extra.

«A este trabajo le debo todo», afirma. «He salido de mi burbuja del barrio de Salamanca y he sabido lo que cuesta ganar un duro». Directa, sólo adorna su discurso con ironía. Mantiene su expresión inquebrantable al afirmar: «Mi marido tuvo un ictus cerebral y a mí me extirparon un pecho por un cáncer de mama. A los 15 días de la operación ya estaba aquí sentada. Si no hubiera tenido Bril ahora sería una señora mirándose el ombligo y autocompadeciéndose».

Un 30% menos de quiebras
Según el estudio «Mujeres Empresarias en la Economía Española», elaborado por las Cámaras de Comercio, la Fundación INCYDE y el Instituto de la Mujer, las empresas gestionadas por mujeres generan 2 millones de empleos, lo que significa una contribución al PIB nacional del 10,5%. La participación empresarial de las mujeres en el sector servicios es del 77%, en el de la industria, de un 8,6% y sólo el 3,2% apuesta por la construcción. Asimismo, el estudio sostiene que los negocios creados por mujeres quiebran un 30% menos que los de los hombres.

Además, el Estudio de impacto de la actividad empresarial femenina en la economía española establece que la cuarta parte de los negocios femeninos son unipersonales.


- Isabel Sedano Pérez
Nació en Madrid, el 6 de febrero de 1958
Soltera.
Al quedarse en paro se le ocurrió fundar Uno y Una, marca que diseña camisetas infantiles. Afronta su proyecto con ilusión, por el momento ha registrado el logo y los dibujos.
- Charo Rodríguez Laucirica
Nació en Vitoria, el 1 de octubre de 1929
Casada, 4 hijos y 8 nietos.
Fundó su empresa de limpieza Bril con 52 años. Acaba de cumplir 81 y la sigue dirigiendo. Este año, ha ingresado 75.000 euros mensuales.
- Lola León Ramírez
Nació en Jaén en febrero de 1944
Casada, 4  hijos, 8 nietos.
Se lanzó a diseñar ropa para niños, con el nombre de Libelola, hace un año. La vende online a través de su propia web y concertando cita previa.
- Alba Nur Cambindo 
Nació en Cali-Valle (Colombia) el 26 de agosto de 1962,
Soltera, tiene una hija.
En su país se dedicaba a coser desde casa. Siempre quiso tener su propio taller, y vino a España para fundar, hace tres años, Arreglos El Espolón.
- Mabel Raimondi Villamayor
Nació en Buenos Aires, el 10 de febrero de 1952
Soltera, con un hijo,
Trabajaba en Logroño, en una boutique. Tras una lesión de rodilla no le guardaron el puesto y creó la pizzería Mia Pizza hace cuatro años.

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